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El Evangelio de Tomás (también conocido como el Evangelio copto de Tomás) es un evangelio no canónico (considerado apócrifo) de dichos de Jesús. Fue descubierto cerca de Nag Hammadi, Egipto, en diciembre de 1945 entre un grupo de libros conocidos como la biblioteca de Nag Hammadi. Los estudiosos especulan que las obras fueron enterradas en respuesta a una carta del obispo Atanasio declarando un canon estricto de las escrituras cristianas. Autores como Valantasis han propuesto fechas de composición tan tempranas como 60 d. C. y otros autores se van a fechas tan tardías como 200 d. C.[1]
El texto copto, el segundo de los siete documentos que los estudiosos modernos denominan como Códice II, está compuesto por 114 dichos atribuidos a Jesús. Casi la mitad de estos dichos se asemejan a los que se encuentran en los evangelios canónicos, mientras se especula que los otros dichos se agregaron de la tradición gnóstica.[2] Su lugar de origen pudo haber sido Siria, donde las tradiciones tomasinas tenían gran fuerza.[3]
La introducción dice: «Estas son las palabras ocultas que habló Jesús vivo y Judas Tomás Dídimo escribió».[4] Dídimo (griego) y Tomás (arameo) significan «gemelo». Los eruditos modernos rechazan la autoría del apóstol Tomás.[5]
Es posible que el documento se haya originado dentro de una escuela de cristianos primitivos, posiblemente proto-gnósticos.[6] Algunos críticos afirman además que incluso la descripción de Tomás como un evangelio «gnóstico» se basa en poco más que el hecho de que se encontró junto con textos gnósticos en Nag Hammadi.[7] El nombre de Tomás también se adjuntó al libro de Tomás el Contendiente, también encontrado en el Códice II de Nag Hammadi, y los Hechos de Tomás. Si bien el Evangelio de Tomás no apunta directamente a la divinidad de Jesús, tampoco la contradice directamente. Cuando se le pregunta su identidad en el evangelio de Tomás, Jesús generalmente se desvía, preguntando ambiguamente a los discípulos por qué no ven lo que está justo delante de ellos, similar a algunos pasajes en los evangelios canónicos como Juan 12:16 y Lucas 18:34.
El evangelio de Tomás es muy diferente en tono y estructura de otros apócrifos del Nuevo Testamento y los cuatro Evangelios canónicos. A diferencia de los Evangelios canónicos, no es un relato narrativo de la vida de Jesús; en cambio, consiste en logias (dichos) atribuidos a Jesús, a veces independientes, a veces incrustados en diálogos o parábolas breves. El texto contiene una posible alusión a la muerte de Jesús en el logion 65[8] (la parábola de los inquilinos malvados, paralela a los Evangelios sinópticos), pero no menciona su crucifixión, su resurrección o el juicio final; ni menciona una comprensión mesiánica de Jesús.[9][10] Desde su descubrimiento, muchos estudiosos lo han visto como evidencia en apoyo de la existencia de una «fuente Q», que podría haber sido muy similar en su forma como una colección de dichos de Jesús sin ningún relato de sus hechos o su vida y muerte, referido como un «evangelio de dichos».[11]
Eusebio de Cesarea lo incluyó entre un grupo de libros que creía que no solo eran espurios, sino «las ficciones de los herejes». Sin embargo, no está claro si se refería a este Evangelio de Tomás o uno de los otros textos atribuidos a Tomás.[12]